Creo que todos alguna vez hemos vivido o experimentado algo parecido a la pesadilla kafkiana: esta suerte de desoladora abrumación ante la maquinaria invisible de la estandarización, esa que opera imposibilitando cualquier interacción humana. Creo que la obra de Kafka funciona muy bien como metonimia de ese horror cotidiano, llevado a los extremos del absurdo y la sátira. Cuando Kafka escribía, lo hacía pensando en su libro ideal, el que describe y defiende con soltura en este fragmento a una carta a Oskar Pollak.
"Pienso que sólo debemos leer libros de los que muerden y pinchan. Si el libro que estamos leyendo no nos obliga a despertarnos coo un puñetazo en la cara, ¿para qué molestarnos en leerlo? ¿Para que nos haga felices, como dice tu carta? Cielo santo, ¿seríamos igualmente felices si no tuviéramos ningún libro! Los libros que nos hagan felices deberíamos escribirlos nosotros mismos, si no nos quedara otro remedio. Lo que necesitamos son libros que nos golpeen como una desgracia dolorosa, como la muerte de alguien a quien queríamos más que a nosotros mismos, libros que nos hagan sentirnos desterrados a los bosques más remotos, lejos de toda presencia humana, algo semejante al suicidio. Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros. Eso es lo que creo."
Franz Kafka. Carta a Oskar Pollak, 27 de enero de 1904.
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