Creo que todos alguna vez hemos vivido o experimentado algo parecido a la pesadilla kafkiana: esta suerte de desoladora abrumación ante la maquinaria invisible de la estandarización, esa que opera imposibilitando cualquier interacción humana. Creo que la obra de Kafka funciona muy bien como metonimia de ese horror cotidiano, llevado a los extremos del absurdo y la sátira. Cuando Kafka escribía, lo hacía pensando en su libro ideal, el que describe y defiende con soltura en este fragmento a una carta a Oskar Pollak.
"Pienso que sólo debemos leer libros de los que muerden y pinchan. Si el libro que estamos leyendo no nos obliga a despertarnos coo un puñetazo en la cara, ¿para qué molestarnos en leerlo? ¿Para que nos haga felices, como dice tu carta? Cielo santo, ¿seríamos igualmente felices si no tuviéramos ningún libro! Los libros que nos hagan felices deberíamos escribirlos nosotros mismos, si no nos quedara otro remedio. Lo que necesitamos son libros que nos golpeen como una desgracia dolorosa, como la muerte de alguien a quien queríamos más que a nosotros mismos, libros que nos hagan sentirnos desterrados a los bosques más remotos, lejos de toda presencia humana, algo semejante al suicidio. Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros. Eso es lo que creo."
Franz Kafka. Carta a Oskar Pollak, 27 de enero de 1904.
El diálogo entre literatura y arte trasciende al de la novela, y que la poesía es también un género idóneo para este tipo de diálogo. El siguiente es un ejemplo de lo que en literatura se llama écfrasis, una representación verbal de una obra artística visual. Este procedimiento ha sido explorado por varios escritores y el resultado siempre enriquece la obra pictórica, trasladando de forma poética el lenguaje figurativo y simbólico de la obras de arte.
Cezzane's Ports - Allen Ginsberg
In the foreground we see time and life
swept in a race
toward the left hand side of the picture
where shore meets shore. But that meeting place
isn’t represented;
it doesn’t occur on the canvas. For the other side of the bay
is Heaven and Eternity,
with a bleak white haze over its mountains. And the immense water of L’Estaque is a go-between
for minute rowboats.
(The Bay From L'Estaque, Paul Cezzane, 1886)
Puertos de Cezzane - Allen Ginsberg
En el primer plano vemos el tiempo y la vida
extendidos en su carrera
hacia el lado izquierdo y derecho del cuadro
donde la costa se encuentra con la costa.
Pero ese lugar de encuentro
no está representado;
no ocurre en el lienzo.
Porque el otro lado de la bahía
es Cielo y Eternidad
con una brillante bruma desaladora sobre sus montañas.
Y el agua inmensa de L’Estaque es un lugar de paso
En la novela de Yukio Mishima, "Confesiones de una máscara", su protagonista, se obsesiona con una de las muchas representaciones del martirio de San Sebastián del artista, Guido Reni. En esta novela, esa obra es de vital importancia para comprender la visión que el autor le da al sufrimiento y el erotismo, un tema principal en esta novela.
"El negro y levemente inclinado tronco del árbol de la ejecución
destacaba sobre un fondo a lo Tiziano, formado por un bosque melancólico
y un cielo sombrío y distante. Un joven de notable belleza estaba,
desnudo, atado al tronco del árbol. Tenía las manos cruzadas en alto,
por encima de la cabeza, y las cuerdas que le ceñían las muñecas estaban
a su vez atadas al árbol. No se veían más ligaduras, y la desnudez del
joven sólo la paliaba un burdo paño blanco, flojamente anudado a la
altura de las ingles.
Supuse que se trataba de la representación
de martirio de un cristiano. Pero como la obra se debía a un pintor de
la escuela ecléctica surgida del Renacimiento, incluso la pintura de la
muerte de un santo cristiano desprendía un fuerte aroma a cultura
pagana. En el cuerpo del joven –que recordaba el de Antínoo, el amado de
Adriano, cuya belleza tantas veces ha inmortalizado la escultura – no
se veían rastros del duro vivir o de la decrepitud que en tantas
representaciones de santos se ven. Contrariamente, en aquel cuerpo sólo
había juventud primaveral, luz, belleza y placer.
Su blanca e
incomparable desnudez resplandece sobre el fondo crepuscular. Sus brazos
musculosos, brazos de guardia pretoriano acostumbrados a tensar el arco
y a blandir la espada, están alzados en grácil ángulo, y sus muñecas
atadas se cruzan inmediatamente encima de la cabeza. Tiene la cabeza
levemente alzada y los ojos abiertos de par en par, contemplando con
profunda tranquilidad la gloria de los cielos. No es dolor lo que emana
de u terso pecho, de su tenso abdomen, de sus caderas levemente
inclinadas, sino una llama de melancólico placer, como el que produce la
música. Si no fuera por las flechas con la punta profundamente hundida
en el sobaco izquierdo y en el costado derecho, parecería un atleta
romano descansando de su fatiga, apoyado en un oscuro árbol de un
jardín.
Las flechas se han hundido en la carne tersa, fragante y
juvenil, y pronto consumirán el cuerpo, desde dentro, con llamas de
supremo dolor éxtasis. Pero la sangre no mana, y no hay aún la multitud
de flechas que se ven en otras representaciones del martirio de san
Sebastián. Esas dos solitarias flechas proyectan sus calmas y gráciles
sombras en la tersura de su piel, como las sombras de una rama en una
escalinata de mármol.
Pero todas estas observaciones e interpretaciones son posteriores.
Aquel
día, en el instante en que mi vista se posó en el cuadro, todo mi ser
se estremeció de pagano goce. Se me levantó la sangre y se me hincharon
las ingles como impulsadas por la ira. Aquella parte monstruosa de mi
ser que estaba a punto de estallar esperó que la utilizara, con un ardor
sin precedentes, acusándome por mi ignorancia, jadeando indignada. Mis
manos, de forma totalmente inconsciente, iniciaron unos movimientos que
nadie les había enseñado. Sentí que algo secreto y radiante se elevaba,
con paso rápido, para atacarme desde dentro de mí. De repente estalló y
trajo consigo una cegadora embriaguez...
Paso cierto tiempo y,
luego, sintiéndome desdichado, miré alrededor de la mesa escritorio tras
la que me hallaba. Un arce que crecía junto a la ventana proyectaba
sobre todas las cosas un resplandeciente reflejo, lo proyectaba sobre un
tintero, sobre el cuadro de san Sebastián. Había salpicaduras blancas
como las nubes en todas partes, en el título de letras doradas de un
libro de texto, en el cuello del tintero, en un ángulo del diccionario.
En algunos objetos las salpicaduras resbalaban perezosamente, con
plúmbea pesadez, en otros lanzaban un brillo mate, como los ojos del
pescado. Afortunadamente, mi mano, en movimiento reflejo, protegió el
cuadro, evitando que el libro se manchara”.
Con frecuencia al leer grandes obras literarias podemos encontrarnos con la grata sorpresa de que una obra de arte conocida es referenciada en un poema o en una obra narrativa. A veces, el motivo puede ser simplemente anecdótico, pero muchasotras veces, esta referencia intertextual da pie a un rico diálogo entre la obra literaria y la obra pictórica o un artista, enriqueciendo la obra misma con el sentido o los múltiples sentidos que pueden derivarse de estas obras.
Con el fin de rescatar estas experiencias he decidido ir agrupando fragmentos y citas en donde se establezca este diálogo entre arte y literatura, con el fin de reflexionar en torno a las diversas formas en que es posible interpretar una o varias obras de arte. Comenzaré con una interesante interpretación de "El dormitorio en Arlés" (1888) de Vincent Van Gogh que aparece en novela autobiográfica "la Invención de la soledad" (1982) de Paul Auster, aquí podemos observar cómo se establece un dialogismo sobre el concepto de soledad planteado en la obra del pintor holandés y su relación con el oficio del artista (sea este escritor, pintor, etc.) y su propia soledad auto-impuesta.
«Van Gogh a su hermano: “Esta vez se trata sólo de mi
dormitorio… La visión del cuadro debe hacer descansar la mente o, más
bien, la imaginación… “Las paredes son violeta claro, el suelo de baldosas rojas. ”La
madera de la cama y de las sillas es del color amarillo de la
mantequilla fresca, la sábana y las almohadas de un verde limón muy
claro. “El cubrecama escarlata, la ventana verde. “La mesa de tocador naranja, la jofaina azul. “Las puertas lilas. “Y eso es todo, en esta habitación con las persianas cerradas no hay nada… ”De este modo me vengo del descanso forzoso que me han obligado a tomar… “Otro día te haré bocetos de las demás habitaciones.
Sin
embargo, al examinar el cuadro con atención, A. no pudo evitar sentir
que Van Gogh había creado algo muy distinto de lo que se proponía. Si
bien la primera impresión de A. ante el cuadro había sido de “descanso”
como pretendía su autor, poco a poco, mientras intentaba penetrar en la
habitación del lienzo, comenzó a verla como una prisión, un espacio
imposible, una imagen no ya de un lugar donde vivir, sino del espíritu
forzado a residir en ella. Si se observa con atención se ve que la cama
bloquea la puerta, las persianas están cerradas, no se puede entrar; y
una vez adentro, es imposible salir. Cautivo entre los muebles y los
objetos cotidianos de la habitación, uno comienza a oír un gemido de
sufrimiento en el cuadro y una vez que se escucha por primera vez
resulta imposible detenerlo. “Grité a causa de mi aflicción…”; pero no
hay respuesta para este grito. El hombre del cuadro (éste es un
autorretrato, sin ninguna diferencia respecto de un cuadro del rostro de
un hombre, con ojos, nariz, labios y barbilla) ha estado demasiado
tiempo solo, y ha luchado demasiado en las profundidades de su soledad.
El mundo acaba ante esta puerta-barricada, pues la habitación no es una
representación de la soledad, sino su misma sustancia. Y resulta tan
opresivo, tan irrespirable, que no puede mostrarse en otros términos. “Y
eso es todo, en esta habitación con las persianas cerradas no hay
nada…
Italo Calvino uno de esos autores a los cuales hay que leer. Su extensa producción literaria es considerada una de las muestras de la mejor literatura italiana del siglo XX. Autor de novelas inolvidables como "Si una noche de invierno un viajero" (1979), "El caballero inesxistente" (1959), y "El vizconde desmediado" (1952); así como de notables colecciones de relatos como "Marcovaldo: o las Estaciones en la ciudad" (1963) y "Las cosmicómicas" (1965) y "Las ciudades invisibles" (1962).
La novela que reseñaré esta vez es una novela ciertamente fantástica desde el punto de vista de las premisas de la ficción: Un niño escapa de la comodidad del hogar en señal de rebeldía para recluirse en las copas de los árboles, estableciéndose allí por el resto de su vida. Uaa premisa que a simple vista puede parecer simple e incluso infantil, pero que sin embargo encierra una de las reflexiones más profundas de nuestra condición humana, esa noción dicotómica de nuestra naturaleza (si es que todavía podemos hablar en esos términos) y la necesidad de trascender a ella.
Contada desde el punto de vista del hermano del protagonista, la historia se centra en la figura de Cósimo Piovasco de Rondó, heredero directo de un linaje de una familia aristocrática en decadencia, abarcando un período que va desde 1767, y extendiéndose a las postrimerías del siglo XVIII, donde estallan grandes revoluciones en Europa, y donde nuevas corriente filosóficas vienen a sentar las bases de una nueva sociedad. Allí arriba, desde las copas de los árboles, Cósimo será protagonista de muchas aventuras, e incluso será co-protagonista de la misma revolución francesa.
En esta novela, Calvino explora un tema esencial en su poética, la cual es según el mismo autor declara, uno que surge cuando “una persona se fija voluntariamente una difícil regla y la sigue hasta
sus últimas consecuencias, ya que sin ella no sería él mismo ni para sí
ni para los otros”. Y es así como su protagonista se enfrentará a la general desaprobación de su empresa (partiendo por su familia), tratando de ingeniárselas para poder subsistir en un medio confinado a las ramas y los troncos de la espesa vegetación de los alrededores de la ciudad de Ombrosa, donde transcurre gran parte del relato.
Las reflexiones que surgen a partir de la lectura de esta novela son esencialmente reflexiones que giran en torno a la filosofía, pero no porque en ella se hagan muchas menciones a renombrados filósofos e incluso porque el mismo Cósimo en su sed intelectual los leyera e intercambiara epístolas con Russeau (por ejemplo), sino que porque la misma actitud del protagonista, encarna en sí esta especie de escición entre racionalidad y naturaleza; ratio e irratio, misma que Rousseau encarnaba y que incluso el mismo Jacques Derrida quiso deconstruir.
En este sentido, esta novela deconstruye esa vieja concepciónbinaria para constituirse como un profundo análisis de la ebullición de la individualidad en tiempos donde la sociedad tiende a categorizar a sus invidividuos e incluso, a patologizar sus acciones con el fin de mantener una cierta homogeneidad. Y es que Cósimo brilla por su excepcional representación a manos de la ágil pluma de Calvino, quien narra con astuta genialidad cada uno de los aspectos de vida en los árboles, así como a los otros muchos personajes con quienes convivirá.
Como se mencionaba en el principio de este breve análisis, el relato trasncurre a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, hasta sus postrimerías, a la par que ocurren grandes revoluciones que Cósimo coprotagoniza, asistendo las empresas de soldados y otros personajes que a veces hablarán otros idiomas como francés, ruso, e inglés.
Una novela que dislumbra por el ritmo en que es contada, además de la forma en que los diversos personajes interactúan con el protagonista, a veces en señal de amistad, a veces como enemigos, pero siempre dentro de los confines de los árboles que Cósimo hace su mundo y que obliga, a veces, a las personas a aventurarse en él. Cósimo, el barón de Rondó, por su parte crecerá y se nutrirá de experiencias vitales; leerá los clásicos, tal y como Calvino nos convida en su famoso ensayo "¿Por qué leer los clásicos?", asistirá a la comunidad en diversas tareas que sólo él podría hacer con éxito, sofocará incendios forestales, combatirá con piratas, y por supuesto, conocerá el amor y el desamor.
Una novela que en definitiva recomiendo a cualquier lector que se interese por historias de alta calidad, tanto en términos estlísticos como narrativos, y que además disfrute de historias que invitan a reflexionar nuestra propia naturaleza y la forma en cómo el sistema nos hace acostumbrarnos a vivir en una comodidad monótona y sin vida en el corazón de una sociedad hipócrita e injusta. Recomendable también para aquellos lectores que quieran iniciarse en el mundo narrativo propuesto por Calvino.
"Fahrenheit 451: temperatura a la que el papel de los libros se enciende y arde..."
Esta celebrada novela es sin lugar a dudas un clásico universal inevitable al momento de remitirnos al género de la ciencia ficción y la novela distópica. El autor nos presenta una de las visiones más críticas y notables de la sociedad en que se produjo, los Estados Unidos de los 50 bajo la influencia del macarthismo*. Un testimonio vívido y excitante sobre el impacto de la censura y la ignorancia, sobre la falta de imaginación y sobre el hedonismo de la sociedad contemporánea, es por sobre todo, una crítica certera a la alienación y la crisis de identidad en la era de la información, del narciso, de lo inmediato y lo efímero.
Al momento de comenzar la novela, resulta particularmente interesante ver cómo se nos presenta a nuestro protagonista, Montag, un miembro del escuadrón de bomberos de una sociedad que prohíbe los libros. Este singular escuadrón bomberil, tiene la paradójica tarea de provocar incendios y quemar libros, ya que la en la sociedad aquí descrita, leer e imaginar está terminantemente prohibido. Tanto así, que si alguien es sorprendido en posesión de un libro, puede meterse en graves problemas.
Por medio del uso de imágenes cargadas de simbolismo, el autor intenta recrear un sociedad con un indeferentismo radical hacia el mundo de las ideas y la creatividad, una sociedad en la que el poder de una imagen, un espectáculo o la velocidad es mucho más importante que la interacción auténtica. Por esta razón, existe un paralelismo muy singular entre esta historia y otra escrita por Aldous Huxley y llamada "Un Mundo Feliz", ya que en ambas novelas, se retrata brillantemente la crisis de identidad en una sociedad compulsivamente hedonista e individualista, en donde las dinámicas sociales se reducen a meras interacciones superficiales mediadas por el uso de drogas sintéticas y pantallas por todas partes.
La novela es una clara y vívida crítica a la sociedad contemporánea marcada por el trauma de conflictos mundiales y el impacto de los medios de comunicación masivos. Una obra maestra de la ciencia ficción distópica en donde un profético Bradbury pone de manifiesto muchas de las problemáticas que irían a marcar las postrimeras del siglo XX y el comienzo del XXI, en donde somos testigos del impacto de la televisión e internet en la experiencia humana. Sin duda un clásico que hay que leer, gustes o no de la ciencia ficción.
*El término se origina en un episodio de la historia de Estados Unidos que se desarrolló entre 1950 y 1956 durante el cual el senador Joseph McCarthy (1908-1957) desencadenó un extendido proceso de delaciones, acusaciones infundadas, denuncias, interrogatorios, procesos irregulares y listas negras contra personas sospechosas de ser comunistas.