La novela que reseñaré esta vez es una novela ciertamente fantástica desde el punto de vista de las premisas de la ficción: Un niño escapa de la comodidad del hogar en señal de rebeldía para recluirse en las copas de los árboles, estableciéndose allí por el resto de su vida. Uaa premisa que a simple vista puede parecer simple e incluso infantil, pero que sin embargo encierra una de las reflexiones más profundas de nuestra condición humana, esa noción dicotómica de nuestra naturaleza (si es que todavía podemos hablar en esos términos) y la necesidad de trascender a ella.
Contada desde el punto de vista del hermano del protagonista, la historia se centra en la figura de Cósimo Piovasco de Rondó, heredero directo de un linaje de una familia aristocrática en decadencia, abarcando un período que va desde 1767, y extendiéndose a las postrimerías del siglo XVIII, donde estallan grandes revoluciones en Europa, y donde nuevas corriente filosóficas vienen a sentar las bases de una nueva sociedad. Allí arriba, desde las copas de los árboles, Cósimo será protagonista de muchas aventuras, e incluso será co-protagonista de la misma revolución francesa.
En esta novela, Calvino explora un tema esencial en su poética, la cual es según el mismo autor declara, uno que surge cuando “una persona se fija voluntariamente una difícil regla y la sigue hasta
sus últimas consecuencias, ya que sin ella no sería él mismo ni para sí
ni para los otros”. Y es así como su protagonista se enfrentará a la general desaprobación de su empresa (partiendo por su familia), tratando de ingeniárselas para poder subsistir en un medio confinado a las ramas y los troncos de la espesa vegetación de los alrededores de la ciudad de Ombrosa, donde transcurre gran parte del relato.
Las reflexiones que surgen a partir de la lectura de esta novela son esencialmente reflexiones que giran en torno a la filosofía, pero no porque en ella se hagan muchas menciones a renombrados filósofos e incluso porque el mismo Cósimo en su sed intelectual los leyera e intercambiara epístolas con Russeau (por ejemplo), sino que porque la misma actitud del protagonista, encarna en sí esta especie de escición entre racionalidad y naturaleza; ratio e irratio, misma que Rousseau encarnaba y que incluso el mismo Jacques Derrida quiso deconstruir.
En este sentido, esta novela deconstruye esa vieja concepción binaria para constituirse como un profundo análisis de la ebullición de la individualidad en tiempos donde la sociedad tiende a categorizar a sus invidividuos e incluso, a patologizar sus acciones con el fin de mantener una cierta homogeneidad. Y es que Cósimo brilla por su excepcional representación a manos de la ágil pluma de Calvino, quien narra con astuta genialidad cada uno de los aspectos de vida en los árboles, así como a los otros muchos personajes con quienes convivirá.
Como se mencionaba en el principio de este breve análisis, el relato trasncurre a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, hasta sus postrimerías, a la par que ocurren grandes revoluciones que Cósimo coprotagoniza, asistendo las empresas de soldados y otros personajes que a veces hablarán otros idiomas como francés, ruso, e inglés.
Una novela que dislumbra por el ritmo en que es contada, además de la forma en que los diversos personajes interactúan con el protagonista, a veces en señal de amistad, a veces como enemigos, pero siempre dentro de los confines de los árboles que Cósimo hace su mundo y que obliga, a veces, a las personas a aventurarse en él. Cósimo, el barón de Rondó, por su parte crecerá y se nutrirá de experiencias vitales; leerá los clásicos, tal y como Calvino nos convida en su famoso ensayo "¿Por qué leer los clásicos?", asistirá a la comunidad en diversas tareas que sólo él podría hacer con éxito, sofocará incendios forestales, combatirá con piratas, y por supuesto, conocerá el amor y el desamor.
4.5/5 estrellas.
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